Los proyectos monárquicos en Peru, Colombia y Ecuador en el siglo XIX
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Los proyectos monárquicos en Peru, Colombia y Ecuador en el siglo XIX
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LOS PROYECTOS MONÁRQUICOS EN PERU, COLOMBIA Y ECUADOR EN EL SIGLO XIX
Por el Dr. Francisco M. de las Heras y Borrero
Presidente de la Diputación de esta Casa Troncal .
En este año de 2010, en el que se conmemora el Bicentenario de la Independencia de Hispanoamérica, se vuelve a desempolvar los hechos históricos que dieron origen a tan significativo acontecimiento.
Exceptuado el caso de México, donde se establecieron dos imperios tras su independencia de España, el tema de la eventual instauración de una monarquía en las antiguas colonias españolas en el periodo post-independentista ha permanecido ignorado, sin que se le haya dedicado la atención e importancia que el mismo requiere.
Fruto de las contradicciones de una época convulsa, confrontación ideológica y pasiones encontradas, la fórmula de gobierno republicana no aparecía en los primeros momentos como la única posible ni la más deseable por la ciudadanía. La causa de la monarquía también tenía sus partidarios entre los independentistas, muchos de los cuales militaron dentro y fuera de las filas republicanas.
Animados por el interesantísimo estudio de Bernardo Lozier Almazán, Caballero del Capítulo de Argentina de los Doce Linajes de Soria, relativo a los proyectos de instauración de una monarquía en los territorios del Río de la Plata, y al que recientemente hemos hecho referencia en el Blog, incursionamos hoy brevemente a través de los proyectos para establecer una monarquía en Perú, Colombia y Ecuador, episodios que, mucho de ellos, no son de conocimiento público.
Ojala que la historiografía actual, sobre todo los numerosos especialistas en Historia de América de nuestras universidades, profundicen en esta materia tan poco estudiada.
1 – PROYECTOS PARA ESTABLECER UN REINO EN PERU.
El compartir sentimiento monárquicos y republicanos no fue en los primeros momentos de la independencia un hecho excepcional. Un buen ejemplo de ello nos lo brinda don José de la Riva-Agüero y Sánchez Boquete, V Marqués de Montealegre de Aulestia, quien dejando a un lado honores, títulos, fortuna y posición social, militó de forma decidida en pro de la causa revolucionaria, lo cual no le impidió contemplar, al mismo tiempo, la monarquía como una respuesta a la nueva situación política.
Tras algunas vacilaciones iniciales, Riva-Agüero coincide en lo básico con las ideas del General José de San Martín, expuestas en septiembre de 1820 en la Conferencia de Miraflores. Allí, en forma reservada, se plantea la coronación de un príncipe de España en el Perú independizado. San Martín quería realizar la independencia por medio de los españoles, pero quería que previamente fuese reconocida por la metrópolis, fracasando por esta causa las negociaciones, bastante avanzadas, de Punchauca. Ante esta situación, el General San Martín, ya rigiendo el Protectorado, opta por la acción directa ante las potencias europeas de acuerdo y en conexión con la nobleza limeña. Así, al crearse por el Estatuto Provisorio, el 8 de octubre de 1821, un Consejo de Estado se encomienda a García del Río y Paroisien y otros comisionados la búsqueda de un rey para el Perú. Llevaban en cartera una lista compuesta por Leopoldo de Saxe Coburgo, que más tarde sería rey de los belgas, algún príncipe de la casa de Brunswick, Austria, Rusia, Francia o Portugal, y en último caso solicitar de España a don Luís de Borbón, duque de Luca, sin que se llegue a nada en concreto.
En sintonía con la idea monárquica, el Consejo de Estado declara a los títulos de Castilla como títulos de Perú, previa convalidación de los oportunos despachos y crea la Orden del Sol, cuyos miembros tenían carácter hereditario para así formar una nueva nobleza.
Años más tarde, Riva-Agüero, desterrado en Europa, casado en julio de 1826 con la princesa Carolina de Loos Corswarem, perteneciente a una casa que había sido soberana de un ducado pequeño en el antiguo imperio germánico, es acusado de financiar, según la información despachada por el gobierno de Méjico al gobierno de Perú en octubre de 1827, una expedición de aventureros a América con el objeto de coronarse él o coronar a un príncipe alemán o al infante don Francisco de Paula de Borbón.
Vemos, pues, cómo el dilema monarquía-república estuvo presente durante casi una década y media entre los partidarios de la independencia del Perú, que no tenían claro en los primeros años la fórmula o sistema de gobierno más aconsejable. Intrigas internacionales y los intereses políticos de Inglaterra y otras potencias darían al traste con estos proyectos.
No obstante, el sentimiento monárquico y estima de la nobleza quedó hondamente arraigado en la sociedad peruana. En 1869, casi cincuenta años después de iniciado el proceso independentista, aún seguía figurando en las partidas matrimoniales la condición noble de los desposados. A este respecto, tenemos delante de nuestra vista la partida de casamiento de Don Marcelino Arévalo y Orbe, quien contrajo matrimonio el 29 de Octubre de 1869 en la Santa Iglesia de Tarapoto, Perú, con Doña María de las Mercedes Iglesias y Pérez-Albán, registrados ambos con el calificativo de "Nobles". Entre los brillantes entronques del linaje de Don Marcelino figura el establecido con Doña María Catalina de Caravantes y Arana, Dama nacida en Soria perteneciente al Linaje Don Vela de la Casa Troncal de los Doce Linajes, casada con Don Hernando de Cárdenas y Zapata, Conquistador de Perú, fallecido en 1583. Los datos, anteriormente expuestos, lo hemos extraído de la documentación obrante en el expediente de ingreso, presentado ante esta Casa Troncal por el joven caballero peruano don Alexis Rolando Arévalo y Vergara.
2 - COLOMBIA: UNA CORONA PARA SIMÓN BOLIVAR.
General victorioso, hombre querido y admirado, Simón Bolívar pudo convertirse en "Rey". En efecto, El Libertador recibió la propuesta formal de ceñir la corona real de la Gran Colombia. Esta propuesta, dentro de una cierta efervescencia, fue efectuada por los mantuanos de Caracas y un partido de Bogotá. Pero con la llegada, en 1827, de Bolívar a Colombia y Venezuela se calman los ánimos.
No obstante, el 14 de abril de 1829 se presentan en Bogotá el conde Charles de Bresson y el duque de Montebello quienes, a despecho de la opinión de Simón Bolívar, comienzan a trabajar para la instauración de una monarquía en Colombia. El duque de Montebello propone, nada menos, que casar a El Libertador con una princesa de la Casa de Orleans.
Con Bolívar ausente, enfermo en Guayaquil, los encargados en Bogotá del poder ejecutivo, Urdaneta, Castillo, Restrepo y Castillo y Rada, apoyados por Estanislao Vergara, un monárquico de toda la vida, conspiran para complacer a los enviados franceses. El General Páez, pese a la insistencia epistolar de Urdaneta, no es partidario de cambiar la forma de gobierno.
Cuando El Libertador regresa de nuevo a Bogotá, se reúne, el 16 de enero de 1830, con el Consejo de Ministros y recibe un documento en el que se le informa de que dicho Consejo “después de un detenido estudio sobre la forma de gobierno que más conviene a la nación, acordó por unanimidad que la monarquía constitucional presenta todo el vigor y estabilidad que debe tener un gobierno bien cimentado”.
Bolívar ante semejante proposición monta en cólera, pide la renuncia inmediata a los ministros e instala su Congreso Admirable el 20 de enero, retomando Colombia su curso republicano. El proyecto monárquico había, definitivamente, fracasado.
3 – PROYECTOS MONÁRQUICOS EN ECUADOR.
Un primer intento de establecer una monarquía propia en el territorio de la Real Audiencia de Quito se produce tras la revolución quiteña de 10 de agosto de 1809.
Los criollos, sublevados al poder de Madrid, nombraron la Junta de Gobierno Autónoma, a cuyo frente pusieron al más popular de los nobles locales de aquel entonces, Juan Pío de Montúfar, II Marqués de Selva Alegre, al que en el acta de independencia pasan a denominar “Su Alteza Serenísima”, prueba inequívoca del destino real del interesado. El proyecto no sigue adelante ya que la otra facción de la Junta Soberana decide devolver el poder al rey de España.
Un segundo proyecto se debe al General Juan José Flores, quien, tras 14 años en el poder, se convenció de que sólo la monarquía podía rescatar a Ecuador del caos en que le había sumergido la república.
Flores había nacido en Puerto Cabello, Venezuela, en 1800. Su madre, Rita Flores, era una mujer humilde y su padre, Juan José Aramburu, un rico comerciante vasco, aunque no existen documentos que lo avale. A la edad de treinta años ya estaba en la cumbre de su vida política al ser nombrado Primer Presidente del Ecuador, cargo que desempeñó en tres oportunidades hasta que en 1845 fue obligado a salir del país tras la derrota sufrida en la Revolución del 6 de marzo.
Fue casi al final de su mandato cuando decidió enviar una serie de cartas a la Reina Regente de España María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII, quien había contraído nuevas nupcias con don Agustín Muñoz y Sánchez, I duque de Riánsares. En dichas cartas, el Presidente Flores solicitaba la restauración de la monarquía en Ecuador en la persona de Agustín Muñoz y de Borbón, I Duque de Tarancón, que contaba 8 años, hijo de la Regente y el Duque de Riánsares.
El plan de Juan José Flores constaba de dos partes. En la primera se declaraba Príncipe de Ecuador al Duque de Tarancón, bajo la regencia de su madre Doña María Cristina. En la segunda se le convertiría en monarca de un hipotético Reino Unido de Ecuador, Perú y Bolivia, con trono en la ciudad de Quito. Cuando todo estaba organizado, Flores fue depuesto y los planes se vinieron abajo. Desde el exilio intrigaría y movería influencias a favor de su proyecto sin resultado alguno.
Aún todavía en 1859 se produciría un último intento de instaurar un régimen monárquico en Ecuador, condenado igualmente al más absoluto trabajo. El entonces Presidente Gabriel García Moreno desarrolló un proyecto de protectorado que envió a Napoleón III, quien lo rechazaría de plano.
Y aquí concluimos estas breves notas sobre los intentos de establecer una monarquía en estos antiguos territorios de la Corona de España, dejando a plumas mucho más capacitadas que la mía el estudio minucioso de los acontecimientos esbozados. La celebración del Bicentenario de la Independencia de la América Hispana es más que una buena excusa para ello.
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RESEÑA HISTÓRICA DE LOS PROYECTOS MONÁRQUICOS EN EL RIO DE LA PLATA.
Por Bernardo Lozier Almazán.
Con este sugestivo título el Caballero Honorario de esta Casa Troncal y Presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales de su Capítulo en Argentina, Bernardo Lozier Almazán, en una pequeña obrita en número de páginas pero grande en contenido y significado, publicada por el Centro de Estudios Históricos Hispanoamericanos Isabel La Católica, en 2006, en San Isidro, Argentina, nos ilustra sobre los diversos proyectos que para instaurar una monarquía se llevó a cabo en los territorios del Río de la Plata, inmediatamente después de proclamada su independencia de la Corona de España.
Por su indudable interés y para general conocimiento, vamos a presentar un resumen del documentadísimo estudio de Bernardo Lozier, realizado por el Dr. Francisco M. de las Heras y Borrero, Presidente de esta Casa Troncal.
Con rigor y exactitud en los datos y citas, Bernardo Lozier nos presenta en su obra los reiterados intentos de restaurar una monarquía independiente en el Rio de la Plata, cuyos proyectos estuvieron inspirados en la necesidad de autogobernarse, ante la quiebra de la autoridad real en la España invadida por Francia.
En aquellos momentos, escribe el autor, había partidarios de un gobierno independiente de la España ocupada, pero integrado por españoles, con Martín Alzaga a la cabeza; los que ansiaban una monarquía constitucional, impulsada principalmente por Manuel Belgrano y, por último el grupo de criollos que creían llegado el momento de independizarse de España y formar gobierno propio.
1 – El proyecto de la Infanta Carlota Joaquina.
El primer intento o proyecto para instaurar una monarquía en los territorios del Río de la Plata, vino personalizado por la princesa Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII, esposa del Príncipe Juan, entonces Regente de Portugal, quienes, huyendo de la revolución, se habían instalado desde el 7 de marzo de 1808 en Río de Janeiro con toda su Corte y nobleza. Carlota Joaquina, en su calidad de hermana del destronado Fernando VII, aspiraba a crear un trono rioplatense de la que ella sería su titular.
En estas circunstancias, Doña Carlota Joaquina aprovecha la acefalia del trono para postularse como depositaria y defensora de los derechos de la dinastía borbónica en América. Consecuentemente puso en marcha una red de contactos políticos para sumar adictos a su proyecto.
Fue en aquel momento cuando surge la figura intelectual de Manuel Belgrano. Monárquico convencido, Belgrano defiende la causa de la Infanta Carlota y decide formar un partido en su favor.
Ante los requerimientos de sus partidarios, Doña Carlota Joaquina responde el 19 de agosto de 1808 con un Manifiesto en el que se consideraba “Depositaria y Defensora de los Derechos (…) que quiero conservar ilesos e inmunes de la perversidad de los Franceses para restituirlos al legal Representante de la misma Augusta Familia…”. Este legal representante no era otro que su primo el Infante Don Pedro Carlos, el cual inmediatamente apoyó “en todas sus partes” el manifiesto de Doña Carlota Joaquina.
Belgrano apuesta fuertemente por esta solución que, finalmente, no obtiene el consenso necesario, y así llegaron las jornadas de mayo de 1810, que concluyeron el día 25 con la destitución del Virrey y la instauración de una Junta Provisional de Gobierno que se comprometió, según la Proclama, a sostener estas Posesiones en la más constante fidelidad y adhesión nuestro muy amado Rey y Señor Don Fernando VII y sus legítimos sucesores en la Corona de España, y que en la práctica supuso iniciar el camino para constituirse en nación independiente.
El plan de Belgrano era muy distinto, se trataba de establecer un gobierno independiente, emanado del principio de soberanía nacional y personificado en una dinastía americana, por adopción o de nacimiento.
2 – El proyecto del Infante Francisco de Paula.
Dada la intransigencia de Fernando VII en llegar a cualquier tipo de acuerdo con el Directorio establecido en Buenos Aires, Manuel de Sarratea inicia negociaciones secretas con Carlos IV, exiliado en Roma, con el propósito de que aprobara la venida a Buenos Aires de su hijo, el Infante Don Francisco de Paula de Borbón y Borbón, para coronarlo en un trono independiente a erigirse en el Río de la Plata.
Manuel Belgrano no titubea en propiciar la instauración de una tal monarquía. El proyectado reino abarcaba los territorios del Virreinato del Río de la Plata, Capitanía General de Chile y las provincias de Puno, Arequipa y Cuzco.
Carlos IV apoya con entusiasmo este plan, elaborándose un proyecto de constitución, titulado Constitución para el Reino Unido del Rio de la Plata, Perú y Chile, el cual fue redactado de forma exclusiva por Manuel Belgrano.
Cuando en el mes de junio de 1815, tras la derrota de Napoleón en Waterloo, los negociadores argentinos del proyecto se vuelven a entrevistar con Carlos IV, éste, no obstante la influencia interpuesta por Godoy y María Luisa a favor del plan, temeroso de enemistarse con su hijo Fernando VII quien, liberado de su cautiverio, ocupaba nuevamente el trono de España y no compartía el proyecto, se negó a concretarlo echando por tierra la tan avanzada negociación, fracasando así otra posibilidad para instaurar una monarquía en América.
3 – La opción incaica.
La situación caótica que vive el país hace que el sentimiento monárquico no pierda fuerza, considerándose la monarquía como el mejor sistema contra el desorden reinante.
En febrero de 1816 ya se consideraba seriamente una nueva opción: la opción incaica. Belgrano, incluso, expone sus ideas a los integrantes de la Asamblea de Tucumán, defendiendo que en su concepto, la forma de gobierno más conveniente para estas provincias sería la de una monarquía temperada; llamando a la dinastía de los Incas por la justicia que en sí envuelve la restitución de esta Casa tan inicuamente despojada del trono; a cuya sola noticia estallará un entusiasmo general de los habitantes del interior.
Pese a que su elocuente y persuasiva exposición logró la adhesión de la mayoría de los reunidos, el proyecto monárquico volvería a fracasar por circunstancias diversas, que expone con brillantez Lozier en su estudio.
Tampoco ayudaría mucho al triunfo de esta causa la diversidad de candidatos incas:
a) Dionisio Inca Yupanqui, educado en el Seminario de Nobles, distinguido coronel del regimiento de Dragones y diputado a las Cortes representando al Perú.
b) Juan Andrés Ximénez de León Manco Capac, descendiente legítimo de los emperadores del Perú, sacerdote y primer capellán del ejército argentino.
c) Juan Bautista Túpac Amaru, quinto nieto del último emperador del Perú, quien en 1816 hacía treinta y cinco años que se encontraba prisionero de los españoles.
Sea como fuere la opción incaica sólo quedó en proyecto. Su único saldo sería el sol de los Incas en la bandera argentina.
4 – Otras opciones.
Para concluir su interesante y documentado librito, Bernardo Lozier nos relata otras opciones, las cuales, pese a los esfuerzos de los políticos monárquicos de la época y las grandes posibilidades de éxito con que se presentaban algunas de ellas, tampoco alcanzarían un resultado positivo:
a) Luís Felipe de Orleans, Duque de Orleans, cuyo proyecto de coronación fue recibido por los congresistas en palabras del Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredon, con un entusiasmo difícil de describir.
b) El Infante Don Sebastián, nacido en Río de Janeiro en 1811, hijo del Infante Don Pedro Carlos y Doña María Teresa de Braganza, Princesa de Beira, proyecto fracasado ante el temor de una excesiva influencia portuguesa.
c) Carlos Luís de Borbón, duque de Luca, hijo de Don Luís de Borbón y Lorena, duque de Parma, Rey de Etruria, y de Doña María Luisa de Borbón y Borbón, hermana de Fernando VII, cuya candidatura el Congreso Nacional de las Provincias Unidas de Sudamérica ha examinado con la más seria y madura atención.
Bernardo Lozier, patriota argentino de acrisolada hispanidad, concluye su magnífico estudio con una reflexión que no nos resistimos a citar:
"Con la perspectiva de los años transcurridos desde el nacimiento de la Argentina improvisada en 1810 – escribe Lozier – podríamos plantearnos el interrogante de qué hubiera ocurrido de haber tenido éxito alguno de los tantos proyectos monárquicos malogrados. Jamás lo sabremos. Pero podemos suponer –por qué no- que hubiéramos sido el país grande que Belgrano y tantos otros soñaron. Seguramente –al menos así lo creo- hubiéramos logrado tempranamente la libertad y el orden necesarios para afianzar la independencia, evitándonos tantos años de desencuentros y luchas intestinas, que postergaron la consolidación de la Nación Argentina”.
Sabedores de que el amigo Bernardo Lozier Almazán continúa investigando en este campo apasionante, esperamos impacientes que pronto nos presente sus resultados.
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